He estado pensando en cómo escribir diariamente sobre lo que tengo y sobre las reflexiones que tengo durante el día.
Es como tener un diario de lo que aprendo para reforzar mi aprendizaje y mi apreciación del mismo.
Entonces he pensado también sobre cómo hacer lo mismo enfocado en áreas más específicas de mis actividades en la vida.
El otro día me compré un Igo de fresa y banano en GoGreen. Mientras me lo comía –y estaba muy bueno– lo disfrutaba y pensaba en otras cosas que he comprado durante la semana y cómo esas cosas las he disfrutado o me han sido útiles. Pensaba en la belleza del comercio y en el hecho de que cualquier cosa que me propongo lograr, siempre va a haber personas allá afuera que están produciendo lo que voy a necesitar para alcanzar esos medios. Mi comida, útiles, libros, transporte, todo tipo de cosas. La gente que me rodea está allí para producirlo todo y dispuesta a que lo intercambiemos, yo dándoles lo que quieren y ellos dándome lo que yo quiero. Y el hecho de que cada transacción forma parte de los medios que me van a conducir a cumplir mis objetivos. ¿No es eso algo profunda y fundamentalmente bello?
Y todo lo que eso conlleva. La belleza del intercambio y la satisfacción de obtener cualquier cosa que yo juzgue necesaria para alcanzar mis objetivos gracias al mismo.
Cuando me relaciono comercialmente con otros seres humanos no puedo evitar sentir una profunda sensación de benevolencia; tanto hacia la persona con quien estoy comerciando, como al resto de mi vida en esta tierra.
Tal vez no empiece ahora a hacer un diario de mis transacciones. Pero ciertamente e salgo que voy a hacer cuando tenga hijos con ellos, o cuando esté enseñando sobre economía como un ejercicio para apreciar el valor del comercio.