Estoy cerca de cumplir mi meta de escribir en mi blog diariamente por un mes completo. Y una de las cosas por las que me siento una sensación de realización con este ejercicio es que he logrado el no caer en la trampa del deber.
Aquí estoy usando el concepto del deber con el significado más popular que ha tenido, que es un significado filosófico. Como lo define Ayn Rand, el “deber” es «la necesidad moral de realizar ciertas acciones sin otro motivo que la obediencia a alguna autoridad superior, sin tener en cuenta ningún objetivo personal, motivación, deseo o interés».
Ahora, generalmente, y especialmente los jóvenes, cuando tenemos ciertas metas a las que llegar, o cierta cantidad de trabajo que realizar, la mayoría de veces es porque son deberes que de alguna forma nos corresponde cumplir. Frecuentemente es también el caso de que nosotros mismos nos imponemos deberes para ciertas metas que nos proponemos. Incluso cuando son metas que parecen ser buenas para nosotros podemos tomar el enfoque del deber en proponernos metas que alcanzar. Y así nos torturamos; porque no estamos seguros en realidad de la razón precisa por la que nos proponemos hacer algo. Y el resultado de nuestro trabajo no nos satisface más allá del hecho que obedecimos y cumplimos (sin importar los resultados) ese deber de una realidad trascendente.
Cuando me propuse esta meta, consideré la posibilidad de que escribir cada día se iba a tornar en un deber para mí. Creía que eso podía ser posible porque tal vez no iba a tener la motivación suficiente, o no iba a tener un tema sobre el que valiera la pena escribir y escribir cosas que al final no me ayudaran y no me dieran la satisfacción profunda que yo busco en todo lo que hago. Pero justamente en cuanto a eso, mi meta fue poner mi mejor esfuerzo y en tener claridad de mis objetivos para que este ejercicio que empezaba no se tornara en un deber.
Al escribir cada día, durante el proceso de escribir, empezando por identificar un tema sobre el cual escribir nunca sentí que lo estuviera haciendo sólo porque sí. Al ver el resultado e identificar la lección, los takeaways y las preguntas que me surgían de cada post que escribía podía identificar el valor importante que el haber escrito cada post individual me daba.
Hoy podría regresar a cualquier post que hice y fascinarme a mí mismo por los insights que plasmaba en mi cartulina virtual. Y rastrea lo que me llevó a escribirlo, los aprendizajes que derivé del post, las preguntas que me estaba haciendo, las que me surgen ahora de él, y una inmensidad de nuevas vías para desarrollar sobre lo que escribí. Como ejemplo, habiendo recomendado ciertos podcasts, discutir episodios individuales para animar más exploración del podcast. O ir a mis ensayos sobre los sueños y sobre las metas, y discutir los temas más amplios que están involucrados en esos consejos concretos que daba.
Estoy feliz de que cada uno de mis posts ha salido y permanece como un valor egoísta mío como un bloque más en mi crecimiento personal y en mi aprendizaje y estudios.
Esto refuerza mi convicción de que (y esto es algo sobre lo que seguiré escribiendo y recomendando recursos) en vez de la tortura, la dependencia y la docilidad que actuar de acuerdo con el deber inculca en nosotros; los valores y la acción guiada aun propósito son los elementos básicos que conforman nuestra felicidad.
Metas basadas en esos valores y propósito son lo que conforma y potencia nuestro crecimiento.
¡Feliz acción orientada a valores!