«The problem I most want to solve» es el título del primer episodio del podcast The Human Flourishing Project del filósofo Alex Epstein. Ese es el episodio que me inspira a escribir mi propia formulación de un problema que yo he experimentado en mi vida, y que actualmente tengo la fortuna de encontrar lo que pienso que son principios generales para formular el problema para mí mismo. Ese es un problema el cual en la medida en que encontremos formas de resolverlo, muchos efectos positivos resultarán en los principales ámbitos de la vida humana, si nos esforzamos en enfrentarlo. Y ese es el problema que más me inquieta, y que más me fascina en el mundo.
El problema es que en el mundo carecemos de programas educativos que entrenen a los individuos a vivir vidas florecientes como seres humanos.
¿A qué problema nos
enfrentamos aquí, en concreto? Iré por partes.
Como lo explica Alex en el primer episodio de su podcast, ‘florecimiento’ viene de ‘flor’, y para una flor, como para cualquier ser vivo, florecer es la vida en su condición óptima. Y lo óptimo es alcanzar a realizar su mayor potencial. La vida es finita y es un proceso que el ser viviente debe mantener por medio de acción constante. Así que el florecimiento es el éxito constante en el proceso de un organismo de mantenerse en ese estado óptimo de vida, alcanzar a realizar su mayor potencial.
Educación —como la define el filósofo Leonard Peikoff— «es la instrucción sistemática de los jóvenes para desarrollar en ellos los poderes necesarios para la vida madura». Un programa educativo es una integración de elementos y actividades para entrenar sistemáticamente a individuos en cierto poder en un ámbito de la realidad. Diferentes programas educativos a través del tiempo van a ser necesarios para entrenar a los jóvenes en los poderes que les van a permitir florecer en la vida eficazmente.
Pero una flor no
necesita entrenarse en los poderes que le van a permitir crecer y llegar a
extender sus pétalos y alcanzar y mantenerse en ese punto de vida óptimo, ya
los tiene automáticamente y sólo necesita las condiciones ambientales
favorables para que florezca, y esas son condiciones que ella no tiene el poder
de cambiar. Para un animal, el florecimiento es un estado que puede alcanzar,
dadas las condiciones y dados sus poderes automatizados que tiene según la
especie de animal que es, y el desarrollo de los poderes que sus padres le
transmiten mediante un mecanismo que ellos tienen —de forma igualmente
automatizada— para criarlos, mecanismo el cuál ellos no pueden modificar, y que
sólo puede cambiar dependiendo de las condiciones y de las cosas que les
ocurren en sus vidas.
En cambio, para un ser humano el florecimiento no es automático; no resulta exclusivamente de las condiciones en las que vive; por el contrario, él debe modificar esas condiciones según sus propios fines. Y debe también desarrollar las facultades que por naturaleza le son posibles en los poderes que le permitan con eficacia alcanzar y mantener el estado en el que obtiene sus valores exitosamente de manera integral, en lo material y lo espiritual, añadiendo constantemente para un estado de creciente vitalidad en el largo plazo. El ser humano necesita ese tipo de desarrollo, y una educación desarrolla en él los poderes que le permiten alcanzar el florecimiento que, para los seres humanos, como lo define Alex Epstein, «el florecimiento es un estado integrado de éxito; éxito material y éxito espiritual».
Como Alex lo observa en su brillante pieza, nunca en la historia de la humanidad ha habido tanta riqueza, tecnología y diversidad de actividades productivas para mejorar nuestra vida en esta tierra, nunca el ideal del florecimiento se ha visto más realizable como hoy. Aun así, el florecimiento no es la forma en la que la mayoría de personas caracterizarían su vida, desde una perspectiva de largo plazo y tomando en cuenta los aspectos más importantes de las complejas vidas de los seres humanos. Con las noticias diarias, y nuestra experiencia de primera mano todos los días con todo tipo de gente, no es necesario listar los problemas que aquejan a las personas aquí y en el resto del mundo y que les previenen de florecer. También muchas son las causas que podemos encontrar a esos problemas. Pero una causa frecuentemente señalada, y que en efecto encontramos cierta para explicar esos problemas, es la educación; la falta de ella, o la mala calidad de la misma, en todas las etapas de los estudiantes.
Y las explicaciones a los problemas en educación, y las demandas que se exigen a aquellos que las personas ven como los encargados de proveerla son incesantes y extensamente variados, en tipo, como en profundidad del problema planteado, y de la demanda hecha. ¿Cómo identificamos los problemas de raíz? Y ¿cuáles son los estándares por los que vamos a determinar qué demandas hacer, o más bien, para diseñar para nosotros los programas educativos que eduquen a los productores, los artistas, los científicos y los líderes del futuro? En efecto, si encontramos que esos problemas de educación yacen en lo profundo de las problemáticas que sospechamos que lo hacen, muchos efectos positivos resultarán en los principales ámbitos de la vida humana, si nos esforzamos por resolverlo.
Pero lo primero será identificar como mejor podamos el problema.
El florecimiento no es como un trofeo que conseguimos, o un punto estático que alcanzamos después de seguir una serie de pasos; el florecimiento es un proceso incesante de actualizar nuestras potencialidades como individuos, y de experimentar eficacia hasta casi llegar a relajación cuando nos dedicamos a las actividades para alcanzar nuestros valores que derivan en este estado. En mi propia experiencia, mis sospechas de que las instituciones educativas a mi alrededor podrían estar haciendo mucho mejor su trabajo, se basan en lo que he observado, estando ya en mi cuarto semestre de universidad. Y lo que observo todos los días que vengo a la universidad en los estudiantes de otras carreras y de la mía, es bastante alejado a lo que uno pensaría que sería un proceso de aprendizaje floreciente. Ese tipo de aprendizaje en el que los estudiantes sienten un ímpetu por buscar cada vez más entender el mundo a través de la ciencia, por estar alerta a encontrar una nueva conexión entre lo que se aprende, y por embarcarse en proyectos sean pequeños o ya más grandes por aplicar en el mundo real el conocimiento o el entrenamiento por el que han pagado por recibir en cierta institución.
Concedo que quizá ese no sea el escenario en cada hora del aprendizaje, considerando que el nivel de conocimiento que uno va a aprender en la universidad se supone debe ser bastante alto, y la magnitud de los problemas, igual o más grandes aún, y por lo tanto habrá momentos de desafío, de dificultad y de prueba y error. Pero si nuestro estándar es el florecimiento, profesores y padres de familia concordarán conmigo con que es un avistamiento raro el ver a un estudiante inmerso en el aprendizaje en la escuela con un sentido de propósito que lo mueve cada día a cumplir con las lecturas asignadas, completar los proyectos para ejercitar su conocimiento con su mejor esfuerzo, y llevar preguntas juiciosas a sus discusiones entre pares, sesiones de preguntas con el profesor, o indagaciones online. El florecimiento no es exclusivo de la vida y actividad productiva de los adultos, más bien, debería ser el constante de la vida humana en cada una de sus etapas y manifestándose en cada aspecto y actividad de su existencia, y lo que debería ser la regla entre las personas a nuestro alrededor.
Pero desafortunadamente, en muchos estudiantes con quienes he interactuado y veo todos los días, el constante es un sentido de deber en cuanto a lo que los mueve a ir a clases, completar las lecturas y hacer las tareas; en consecuencia, una sensación de tortura y estrés como su estado mental operativo en sus actividades de estudiantes; lo que se refleja en una actitud cínica hacia la vida y hacia posibles proyectos más grandes y hacia valores espirituales más profundos; y como resultado un desempeño conformista. Todo esto se ve reflejado en el vocabulario que usan, sus publicaciones burlescas y autocompasivas en las redes sociales.
Ese tipo de estudiantes no solo existen en las universidades, y la mayoría de veces, su actitud no se origina ahí, sino antes en el colegio o por diversas otras causas. Pero pienso que sin importar el trasfondo de un estudiante que ingresa a la universidad, un programa educativo diseñado para aumentar su eficacia como ser humano, puede ofrecerle una experiencia de aprendizaje que le permita encontrar motivación en conocer el mundo y aplicar su facultad racional a resolver problemas, y tener y perseguir una visión sobre lo mejor que su vida puede llegar a ser.
Existen generalizadas sospechas sobre la calidad de nuestras instituciones educativas y sobre el compromiso que tienen por educar a sus estudiantes para desarrollar en ellos los poderes necesarios para alcanzar el florecimiento. La simple tarea de observar de cerca la actitud hacia la vida de los estudiantes nos revela que algo está mal, o que algo en definitiva podría mejorar sobre los programas educativos a los que se someten. Aquí he hablado más sobre la experiencia como estudiante, y lo que yo he observado siendo uno, pero si analizáramos la experiencia de los individuos graduados que salen a enfrentar la vida real, encontraremos incluso más cosas sobre qué sospechar en cuanto al desempeño de las escuelas en cumplir su misión —o lo que debería ser su misión—, y quizá encontremos bases mismas para cuestionar incluso la necesidad misma de inscribirnos a estos programas.
Vivimos en la mejor época de la historia en que pudimos haber nacido. El desarrollo de nuestra capacidad de modificar la naturaleza para servir nuestros fines nos permite disfrutar beneficios que apenas hace cien años eran inimaginables. Tenemos los recursos y conocimiento que, si lo adquirimos y lo usamos bien, nos podría llevar al florecimiento que muchos de nosotros buscamos. Pero nuestras instituciones educativas no parecen ser capaces de ofrecernos los programas educativos que entrenen a los jóvenes a vivir vidas florecientes como seres humanos y aprovechar el legado de riqueza, conocimiento e inmensas posibilidades que seres humanos que han vivido antes de nosotros nos han dejado en esta tierra.
¿Cuál es el problema central que estas instituciones ignoran al diseñar sus programas? ¿Cuáles son los estándares específicos que deben guiar nuestra búsqueda de programas educativos para el florecimiento humano? ¿Cuál es la ciencia que va a informar los desarrollos necesarios en pedagogía, la psicología, la antropología, la neurociencia, la filosofía? ¿Es realmente necesario, y siquiera admisible que tantos estudiantes universitarios deban experimentar sus programas como una tortura necesaria para pasar a la siguiente etapa de su vida? ¿Cuál es el debate entre los métodos de enseñanza por clases magistrales y diálogo socrático, y cuál es el mejor? ¿Si la pedagogía Montessori es la apropiada para los infantes, cuál es la pedagogía apropiada para educar a los mismos niños cuando dejen pasen a su siguiente etapa? ¿Cuál puede ser una descripción de cómo luce un estudiante floreciendo como estudiante, y cómo es en cada nivel? ¿Debemos tomar por sentado que los elementos que ahora forman parte de los programas educativos, los exámenes por término, las calificaciones, las tareas en casa, las clases magistrales, etc. son realmente necesarias para esos programas? ¿Qué es aprendizaje? ¿Cuáles son los poderes que son más esencialmente necesarios para la vida madura del ser humano?
Soy estudiante de Filosofía y Educación, y mi intención en este blog es documentar y compartir mi aprendizaje sobre qué es educación con el fin de abordar el problema de que en el mundo carecemos de programas educativos que entrenen a los jóvenes a vivir vidas florecientes como seres humanos. Mi lista de preguntas es mucho más larga, pero estaré compartiendo aquí mis reflexiones y aprendizajes sobre este tema. Si te interesa este problema, te invito a regresar a mi blog para que compartamos en los comentarios, y de siguientes blogs, aprendizajes y reflexiones sobre este crucial tema, y buscar soluciones sobre las que podamos trabajar en el largo plazo.