Nací en San Juan Comalapa, Chimaltenango, Guatemala el 22 de abril de 1999 siendo el primer hijo de los ocho que mis papás trajeron al mundo. Desde pequeño mi mamá me educó en las virtudes de la laboriosidad y la benevolencia, que al inicio apliqué en la escuela, resultando con buenas notas, pero que después fui dejando de aplicar ahí porque no satisfacía mi hambre de saber de dónde venían las cosas, y de hallar una conexión entre los hechos que me enseñaban para hacer sentido de ellos en mi mente. Lo cual resultó en malas notas desde tercero primaria, pero que se reflejó en la mayoría de mi tiempo dedicado a actividades extracurriculares –durante primaria y primeros años de secundaria –como bailar break dance, jugar videojuegos, y largas sesiones conectado a internet investigando hasta la saciedad mis intereses del momento… que en un tiempo podían ser sobre la historia de los conflictos de los jedis y los sith en el universo de fantasía de Star Wars, y en otro tiempo los tipos de sintetizadores modulares para crear música electrónica por computadora.
Diría que tuve la valentía suficiente como para posponer hacer lo que mi mamá me mandaba, y desentenderme de mis deberes en la escuela, pero sin llegar al punto de no hacer lo que ella me decía, y alcanzar el punteo mínimo para pasar al siguiente año de escuela… entregando ninguna tarea, y ganando los exámenes con sesenta sobre sesenta. Pero eso sí, satisfaciendo mis deseos de hacer lo que me divertía, y de consumir una gran cantidad de datos, y de integrarlos a mi conocimiento anterior para ser el tipo de jóvenes que popularmente se les llama geeks.
Desde sus 15 años mi madre se dedica a confeccionar todo tipo de vestimenta tradicional para la gente en Comalapa, y más allá; oficio al cuál también se dedica mi padre. Siempre tiene mucho trabajo, y desde que yo pude aprender a hacer cortes y costuras básicas en la tela, ella me enseñó para que yo la pudiese ayudar. Como los tres de nosotros trabajábamos en nuestra casa juntos y cerca de mi madre para que nos diese las instrucciones para las costuras que hacíamos, yo siempre escuchaba los programas de opinión y de noticias que mi padre escucha todos los días en radio o televisión. Por lo cual era inevitable que yo no me enterase de las últimas noticias del día y su correspondiente análisis, y que –en mis años avanzados de secundaria –yo no me pusiera a conjeturar en mi mente sobre cuáles eran las leyes que harían el pueblo más ordenado aplicando lo que el pastor nos decía cada domingo, y los programas gubernamentales que mejor satisficieran las necesidades de la gente.
Con mi crianza influenciada por las virtudes cristianas de la humildad y la obediencia, y mis extravagantes y eruditos intereses, yo era un niño reservado que prefería no involucrarme con los otros niños y adolescentes, que comenzaban ya a mostrar un cinismo desdeñoso por temas que fuesen interesantes, alejados de lo común y que causaran la juvenil pasión por experimentar y descubrir el mundo; y de enseñanzas morales que informasen la formación de su carácter, y en el futuro de las instituciones que los rijan como miembros de una sociedad. Era un niño solitario, apreciativo de su familia y del sentido de significado que experimentaba como miembro de una iglesia; pero, sobre todo, inmerso en esa irrenunciable experiencia juvenil de ser perceptivo del universo que me rodea en cada respiro, y de actuar cada segundo bajo la premisa idealista de que uno puede actuar en este universo para alcanzar lo que uno valora, si sólo uno se pregunta la naturaleza y la causa de las cosas, e integra las respuestas en conocimiento para poner en práctica las causas que van a resultar en la visión que uno tiene para la vida que quiere vivir.
No fue sino hasta el 2015 que yo comencé a interesarme por actividades que exigiesen más de mis habilidades intelectuales para hacer sentido del mundo, y de buscar la exaltación en el universo y en el ser humano que el cristianismo me prometió, pero que más bien me instaba a renunciar y dejar para nuestra siguiente vida. En una noche de febrero de 2015, después de un día de trabajo como todos los días mi padre y yo veíamos la emisión del noticiero mientras cenábamos juntos; esa noche justo después del noticiero me quedé viendo el programa que se estrenaba conducido por Gloria Álvarez sobre política en el cuál ella comunicaba sus ideas de forma amena y accesible para mi activa mente de quince años. Naturalmente el mensaje que ella ofrecía me enganchó, en parte por sus habilidades de comunicación, pero primariamente por el interés que despertó en mi de explorar esas ideas, específicamente del marco ideológico por el cual analizaba el tipo de hechos y noticias que yo siempre escuchaba en los noticieros, pero sólo como un flujo ininteligible de datos sin un principio que me sirviese para integrarlos en conocimiento para hacer sentido del mundo. Lo que hice inmediatamente después de ver su primer programa fue ir a buscar más de Gloria y su trabajo, y de las ideas que presentaba, hasta eventualmente llegar a una lista de recomendaciones de libros en su página de Facebook. Yo era un ávido lector de la biblia, y de mitología más moderna y más juvenil como la del universo expandido de Star Wars, de mis videojuegos favoritos, y de Los Juegos del Hambre, por lo que con todo ánimo y entusiasmo atendí a sus recomendaciones y comencé por el libro más pequeño que encontré en la lista: La Ley de Frederic Bastiat. La Ley, el magnífico libro del ilustrado y campeón de la libertad Frederic Bastiat fue un buen comienzo –aunque no muy fácil de entender –para mis estudios sobre cuáles son los principios que hacen posible el florecimiento humano en la tierra. Mi siguiente selección fue, porque era el libro que Gloria más recomendaba –siendo su favorito –y porque se trataba del género con el que ya estaba familiarizado –ficción –fue La rebelión de Atlas. A mis quince años, las obras de Ayn Rand fueron mi introducción a la realidad en el sentido en que las ideas de la razón, el egoísmo racional, el individualismo han sido las ideas filosóficas que, aplicadas a mi vida, me han conducido, en primer lugar, a confiar en la eficacia de mi propia mente para integrar el material que mis sentidos proveen, y entonces evaluar los hechos para elegir mis valores, y actuar para alcanzarlos buscando mi felicidad en esta tierra.
Desde entonces he comenzado una educación autodirigida –que está siendo inmensamente potenciada por el Michael Polanyi College –para filosofía, y cómo aplicarla para promover el florecimiento humano; comenzando por el mío propio.
Seguí explorando la filosofía de Ayn Rand, y leí libros de economistas como Martin Krausse y Henry Hazlitt. Ese mismo año asistí a mi primera actividad sobre las ideas de la libertad en la conferencia regional de Estudiantes por la Libertad en el Teatro Don Juan en la zona 1. Después de esa conferencia, decidí que iba a asistir a todas las actividades que pudiera para seguir explorando las ideas y empezar a conocer más personas interesadas en las ideas también; el siguiente año asistí, entre otros, al Foro Objetivista organizado por el Centro de Estudios del Capitalismo en la UFM; del cual me enteré por Libertópolis, una radio que pronto comencé a seguir todos los días. Asistiendo a esa actividad también visité por primera vez la Universidad Francisco Marroquín, el campus me encantó, y decidí que iba a estudiar en esa universidad… faltaban todavía dos años para que me graduara y pudiera entrar a la universidad, y aunque no estaba seguro de cómo lograrlo, nunca pensé que no lo iba a lograr, y lo único que tenía en la mente era un ¿por qué no? Mi decisión de asistir actividades fue muy seria, y mis siguientes participaciones fueron, entre otras más, la conferencia regional de EsLibertad en Xela y la capital, las charlas de la UFM, el ‘Foro Momentum’ organizado por Fritz Thomas y Alfonso Abril en 2017, hasta llegar a las cuatro conferencias en cuatro estados diferentes a las que he asistido en Estados Unidos este año 2019; y antes de eso una conferencia en California, después de mi primer semestre en la UFM, en 2018.
En mi primer año del Michael Polanyi College tuve la experiencia educativa más profunda que he tenido, leyendo los Grandes Libros, y discutiéndolos en diálogos socráticos. Nunca me había sentido más motivado y con más confianza en mi propia mente para descubrir el mundo que estando en el bootcamp del MPC. De esa experiencia obtuve la visión que tengo para lo que quiero lograr en la carrera profesional que estoy construyendo para mí: desarrollar programas educativos motivantes, integrados, y estructurados para estudiantes de todos los niveles para entrenarlos como individuos que alcancen su florecimiento y el de la sociedad de la que son miembros.
Se que lograr esto me va a tomar décadas: necesito profundizar en la filosofía y la educación, y aplicar la filosofía a la educación para desarrollar los programas; además de obtener las habilidades de liderazgo y administración para ejecutar mis ideas. Pero tengo a mi gran figura inspiradora en esto, Manuel Ayau Cordón, a quien considero mi héroe por haber fundado una gran institución educativa para la enseñanza y difusión de los principios éticos, jurídicos y económicos de una sociedad de personas libres y responsables, la Universidad Francisco Marroquín.
Desde luego, ya estoy estudiando estas disciplinas en el MPC, y estoy aprovechando oportunidades de aprender a ejecutar ideas y planes: acumulando 200 horas como anfitrión en Anfitriones UFM desde mi primer mes de estudiante universitario hasta el presente, siendo el director de “El Nuevo Intelectual” (un tanque de pensamiento incipiente que difunde las ideas de Ayn Rand en Guatemala) desde Agosto de 2018, y en 2019 realizando una pasantía de 10 semanas en el Ayn Rand Institute en Santa Ana, California. Y más recientemente, comenzando una nueva pasantía en el Ayn Rand Center Latin America en Buenos Aires, Argentina, ayudando a organizar el primer Ayn Rand Con en esta misma ciudad a realizarse en septiembre.
Autobiografía al 3 de septiembre de 2019, Nixon Sucuc